Sueños de funcionario : Verdad, Bondad y Belleza

lunes, 16 de abril de 2007

Sueños de funcionario

Yo creo que nadie ha nacido para ser funcionario del ayuntamiento de Motilla del Palancar. Quienes creemos en el extraordinario poder del ser humano no podemos resignarnos a pensar que muchos han caído en este valle de lágrimas para pulverizar marcas en el buscaminas. En los ochenta, los niños de la década roja soñábamos con ser futbolistas, médicos, conductores de autobús, astronautas, ingenieros o bomberos. En cambio hoy el futuro del país llama a un 806 con la esperanza de que Rappel le diga que va a ser famoso o funcionario. Supongo que estas preferencias serán por la de todo punto inmerecida fama de ociosos que ambos grupos tienen en común.

Aquí ya contamos prácticamente con tres millones de funcionarios y subiendo, que se dice pronto, cuando hace sólo una década eran 700.000 menos. Y es que según una encuesta del pasado año dos de cada tres jóvenes prefiere ser funcionario a fijo en una empresa. En mi opinión la culpa de esta sinrazón no es de los jóvenes, sino del terrorismo empresarial. Como en España el despido es prácticamente libre, la juventud pierde las ilusiones por el camino y se conforma con la seguridad de un anodino puesto público.

Una de las grandes verdades metafísicas nos dice que venimos a este mundo a dedicarnos a aquello que más nos guste, y ofrecerlo a los demás para el bien de toda la sociedad. Todos tenemos un potencial que va mucho más allá de pasarnos la vida laboral rellenando impresos y quinielas, poniendo sellos de entrada y salida, esperando a que el reloj marque las horas y dé las tres. ¿Qué fue de nuestros sueños infantiles, cuando la realidad todavía no se había encargado de enterrarlos?

Dos de las tierras más pobres de España, Andalucía y Extremadura, nos ofrecen datos aterradores. De la primera se sabe que uno de cada seis funcionarios de nuestro país trabaja allí. De la segunda que casi la tercera parte de sus trabajadores son empleados públicos. De estos datos se infiere que en esas comunidades autónomas los jóvenes carecen de otro horizonte profesional que no consista en ser uno más a mamar de las ubres públicas. O eso, o acabar faenando para un terrateniente o como novillero espontáneo en la plaza de Ronda. ¿Cómo no van a ser dos de las tierras más pobres de España?

Yo sólo puedo decir que las escasas ocasiones que he tenido que recurrir a la Administración Pública, la actitud funcionarial ha sido deficiente, por desidiosa. Quizá la culpa no la tengan ellos, sino un sistema que los acomoda y desmotiva hasta la hibernación. El vuelva usted mañana de Larra sigue demasiado vigente entre aquéllos que se supone que están para servir a los ciudadanos, y no a sí mismos. Evidentemente no se puede generalizar, pues afirmar que todos los funcionarios son unos vagos sería como decir que todos los tenderos son unos ladrones. Pero no es menos cierto que sus históricas famas algo de cierto tendrán.

Cuando la vocación de los jóvenes de un país está entre tertuliano rosa y funcionario público, me temo que dicha nación, o lo que queda de ella, no puede llegar muy lejos. En España se cierran fábricas, desmantelándose con ello el tejido industrial, mientras no para de crecer el número de funcionarios.. La productividad española está cayendo a mínimos históricos mientras el Estado, en pleno desmantelamiento, mira hacia otro lado. Y mientras eso sucede seguiremos con una huida hacia delante. Qué más da que hayan robado las ilusiones de una generación a la que le prometieron días de vinos y rosas, y que ha acabado dando gracias al cielo por cobrar 12.000 euros brutos anuales. Que se los metan por el culo.

3 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

No entiendo cómo puede costar tanto sacar una plaza de funcionario cuando es tan soporífero lo que se estudia, al igual que el desempeño de funciones que se realiza una vez conseguido dicho puesto. Claro que, comparado con la explotación sin igual a la que someten a los trabajadores en este santo país, te puedes dar con un canto en los dientes. Con ese canto es con el que, supongo, se golpean los que opositan, deseando que algún diente se les desportille, o lo que es lo mismo, que a pesar del coñazo de todo eso, puedan tener la garantía de que no vendrá ningún jefe borde ni iniciativa empresarial fantástica, a decirles que deben menear sus posaderas de la silla que han estado ocupando. Lo malo es que, en todo esto, el que pierde es el trabajador-estudiante-opositor, que pierde todas sus auténticas ilusiones en pos de unas seguras lentejas todos los lunes y unos sabrosos cocidos los jueves. Cuestión de gustos (y de prioridades). TANA

Anónimo dijo...

Fui funcionario durante diez años y, harto de burocracias, rigideces y tremendo aburrimiento, abandoné todo y me instalé como autónomo. Hoy regento un pequeño negocio de libros antiguos que me provee lo suficiente para vivir con decencia. Lo más importante: es lo que siempre anhelé y por fin cumplí mis sueños. Lo único que lamento de mis años de funcionario es el tiempo perdido; por lo demás, aprendí mucho de la especie humana, especie sobre la que se podrían escribir ríos y ríos de tinta. Profesor Sibelius

Anónimo dijo...

lo de las oposiciones es el tocomocho de la estampita. Lo intente en tres ocasiones y me canse. Ahora soy teleoperador aunque espero que por poco tiempo. Mi hermana si es funcionaria, pero dice que se aburre mucho. Pirulo15